AMBIENTE FAMILIAR
Admirável o proceder do casal Arnáiz Barón na educação de seus filhos. Diz um deles que jamais castigaram a nenhum, antes lhes davam plena liberdade, e se chegavam tarde, jamais perguntavam onde haviam estado. Essa liberdade que lhes concediam, lhes obrigava a corresponder e a viver mais unidos entre si. Não obstante, as horas das refeições eram sagradas e tinham que estar presentes a elas pontualmente, para que o pai não levantasse a voz.
O cerimonial à mesa talvez resultasse, à primeira vista um tanto sério, pois qualquer deficiência que o pai notasse era suficiente para que repreendesse o gesto, sem que tal significasse que por causa disso o ambiente se nublasse. Era como uma escola de boa conversação, porque o pai era muito exigente no modo de falar: não podiam ter o mínimo deslize sem que de imediato os pais ou os demais irmãos chamassem a atenção. Isso resultava sumamente instrutivo a fim de que os quatro irmãos se acostumassem a falar com propriedade. Qualquer palavra que soasse mal ou uma construção gramatical mal feita era corrigida de imediato.
Como dado curioso que denota o grande sacrificio a que se impôs Rafael ao escolher uma Ordem Religiosa “profissional do silêncio”, à mesa quase sempre tinha a voz alegre, e o tema favorito de sua conversação já se sabia: Deus! O caso é que todos lhe escutavam com agrado, tanto seus pais como seus irmãos, sem que se fizesse pesada essa insistência repetitiva de levar sempre a mesma água ao mesmo moinho.
Outro dado que evidencia não menos heroísmo ao escolher a Trapa, está em seu gosto pela boa mesa. Não era nenhum glutão nem de comer muito, mas lhe agradavam as comidas boas e bem condimentadas. Conhecia a dedo os melhores restaurantes madrilenhos e as especialidades que neles se preparavam. Os amigos da pensão em que viveu em Madrid dizem que jamais se queixava da comida, embora não fosse bem temperada. Sempre costumava dizer sempre aos empregados que a comida estava muito boa, apesar da indignação de algum companheiro.
Rafael era incapaz de queixar-se de nada e não gostava que suas palavras pudessem ferir o mínimo que fosse. O mais que fazia, quando a comida estava ruim, era rir como que troçando de si mesmo e da comida, mas a comia. Sua troça era contínua, alegre e contagiosa.
Fray Mª Damián Yánez Neira
Vida anecdótica del Hno.Rafael, capitulo 5
Mosteiro de Oseira
En español:
AMBIENTE FAMILIAR
Admirable el proceder del matrimonio Arnáiz Barón en la educación de sus hijos. Dice uno de ellos que jamás castigaron a ninguno, antes les daban plena libertad, y si llegaban tarde, jamás preguntaban dónde habían estado. Esa libertad que se les concedía, les obligaba a corresponder y a vivir más unidos entre si. No obstante, las horas de comer y cenar eran sagradas, tenían que estar puntualmente a ellas, para que el padre no levantaba la voz.
El ceremonial de la mesa quizá resultara a primera vista un tanto serio, pues cualquier deficiencia que notara el padre era suficiente para que agriara el gesto, sin que ello significara que por eso se nublara el sol. Era como una escuela de buena conversación, porque el padre era muy exigente en el modo de hablar: no podían deslizarse lo más mínimo, sin que al punto los padres o los demás hermanos llamaran la atención. Resultaba sumamente aleccionador para que los cuatro hermanos se acostumbraran a hablar con propiedad. Cualquiera palabra mal sonante o una construcción gramatical mal hecha, se corregía al punto.
Como dato curioso que denota el gran sacrificio que se impuso Rafael al escoger una Orden Religiosa “profesional del silencio”, en la mesa casi siempre llevaba la voz cantante, y el tema favorito de su conversación ya se sabía: ¡Dios! El caso es que todos le escuchaban con agrado, tanto sus padres como sus hermanos, sin que se hiciera pesada esa insistencia machacona de llevar siempre la misma agua al mismo molino.
Otro dato que evidencia no menos heroísmo al elegir la Trapa, está su afición a la buena mesa. No era un glotón ni de mucho comer, pero le agradaban las viandas buenas y bien condimentadas. Conocía al dedillo los restaurantes madrileños mejores y las especialidades que en ellos se preparaban. Los amigos de pensión en Madrid, dicen que jamás se quejaba de la comida, aunque no estuviera bien condimentada. Siempre solía decir a la servidumbre que la comida estaba buenísima, a pesar de la indignación del algún compañero.
Rafael era incapaz de quejarse de nada ni que sus palabras pudiesen herir lo más mínimo; todo lo más que hacía, cuando la comida estaba mal, era reírse como guaseándose de si mismo y de la comida, pero se la comía. Su guasa era continua, alegre y contagiosa.
O cerimonial à mesa talvez resultasse, à primeira vista um tanto sério, pois qualquer deficiência que o pai notasse era suficiente para que repreendesse o gesto, sem que tal significasse que por causa disso o ambiente se nublasse. Era como uma escola de boa conversação, porque o pai era muito exigente no modo de falar: não podiam ter o mínimo deslize sem que de imediato os pais ou os demais irmãos chamassem a atenção. Isso resultava sumamente instrutivo a fim de que os quatro irmãos se acostumassem a falar com propriedade. Qualquer palavra que soasse mal ou uma construção gramatical mal feita era corrigida de imediato.
Como dado curioso que denota o grande sacrificio a que se impôs Rafael ao escolher uma Ordem Religiosa “profissional do silêncio”, à mesa quase sempre tinha a voz alegre, e o tema favorito de sua conversação já se sabia: Deus! O caso é que todos lhe escutavam com agrado, tanto seus pais como seus irmãos, sem que se fizesse pesada essa insistência repetitiva de levar sempre a mesma água ao mesmo moinho.
Outro dado que evidencia não menos heroísmo ao escolher a Trapa, está em seu gosto pela boa mesa. Não era nenhum glutão nem de comer muito, mas lhe agradavam as comidas boas e bem condimentadas. Conhecia a dedo os melhores restaurantes madrilenhos e as especialidades que neles se preparavam. Os amigos da pensão em que viveu em Madrid dizem que jamais se queixava da comida, embora não fosse bem temperada. Sempre costumava dizer sempre aos empregados que a comida estava muito boa, apesar da indignação de algum companheiro.
Rafael era incapaz de queixar-se de nada e não gostava que suas palavras pudessem ferir o mínimo que fosse. O mais que fazia, quando a comida estava ruim, era rir como que troçando de si mesmo e da comida, mas a comia. Sua troça era contínua, alegre e contagiosa.
Fray Mª Damián Yánez Neira
Vida anecdótica del Hno.Rafael, capitulo 5
Mosteiro de Oseira
En español:
AMBIENTE FAMILIAR
Admirable el proceder del matrimonio Arnáiz Barón en la educación de sus hijos. Dice uno de ellos que jamás castigaron a ninguno, antes les daban plena libertad, y si llegaban tarde, jamás preguntaban dónde habían estado. Esa libertad que se les concedía, les obligaba a corresponder y a vivir más unidos entre si. No obstante, las horas de comer y cenar eran sagradas, tenían que estar puntualmente a ellas, para que el padre no levantaba la voz.
El ceremonial de la mesa quizá resultara a primera vista un tanto serio, pues cualquier deficiencia que notara el padre era suficiente para que agriara el gesto, sin que ello significara que por eso se nublara el sol. Era como una escuela de buena conversación, porque el padre era muy exigente en el modo de hablar: no podían deslizarse lo más mínimo, sin que al punto los padres o los demás hermanos llamaran la atención. Resultaba sumamente aleccionador para que los cuatro hermanos se acostumbraran a hablar con propiedad. Cualquiera palabra mal sonante o una construcción gramatical mal hecha, se corregía al punto.
Como dato curioso que denota el gran sacrificio que se impuso Rafael al escoger una Orden Religiosa “profesional del silencio”, en la mesa casi siempre llevaba la voz cantante, y el tema favorito de su conversación ya se sabía: ¡Dios! El caso es que todos le escuchaban con agrado, tanto sus padres como sus hermanos, sin que se hiciera pesada esa insistencia machacona de llevar siempre la misma agua al mismo molino.
Otro dato que evidencia no menos heroísmo al elegir la Trapa, está su afición a la buena mesa. No era un glotón ni de mucho comer, pero le agradaban las viandas buenas y bien condimentadas. Conocía al dedillo los restaurantes madrileños mejores y las especialidades que en ellos se preparaban. Los amigos de pensión en Madrid, dicen que jamás se quejaba de la comida, aunque no estuviera bien condimentada. Siempre solía decir a la servidumbre que la comida estaba buenísima, a pesar de la indignación del algún compañero.
Rafael era incapaz de quejarse de nada ni que sus palabras pudiesen herir lo más mínimo; todo lo más que hacía, cuando la comida estaba mal, era reírse como guaseándose de si mismo y de la comida, pero se la comía. Su guasa era continua, alegre y contagiosa.
Fray Mª Damián Yánez Neira
Vida anecdótica del Hno.Rafael, capitulo 5
Ilustraciones de Fray Luis María Álvarez,OCSO
Mosteiro de Oseira
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